miércoles, 30 de septiembre de 2015

ENCUENTRO LETRAS MINÚSCULAS, LETRAS JÓVENES EN LOJA

Junto a los alumnos del colegio Victoria


Por: Pilar Alberdi

Llegué a Loja, temprano, con tiempo de caminar un rato entre su gente, de tomar un café en un bar, de oír a los tertulianos. Hablaban de la lluvia, de cómo cuando decide caer a baldazos por Andalucía, da unos buenos sustos. Y es verdad, las calles estaban vestidas todavía del polvo que había dejado la pasada tormenta del viernes. Y la prueba de que el otoño quería apuntar maneras, la teníamos en el cielo, todavía nuboso, sin querer abrirse en claros, negando el espacio a los colores que tan fácil saltan a los ojos en Granada.
Antigua Casa de Cabildos
Después de aparcar, el primer encuentro con el pasado de este pueblo de frontera medieval fue la Antigua Casa de Cabildos. Imponente, con su reloj de sol en lo alto, y con un recuerdo para su poeta.
Bajando y subiendo escaleras, recorriendo calles, entre nuevos edificios y antiguas propiedades que parecen olvidadas por el tiempo, una escultura con tres palomas trae un recuerdo en contra de la violencia y el terrorismo. Más allá, el mercado, y la Biblioteca.
Y ya buscando el Pósito, el espacio de cultura al que debía acudir, aprovecho para contarles que este edificio se levanta sobre lo que fuera el antiguo depósito de granos del pueblo, lo veo aparecer de repente, al filo de una plazuela, portentosa su figura, con un bellísimo pórtico. A un paso de allí, una antigua puerta mozárabe de la época medieval (s. XII-XIII) nos habla de cómo los tiempos de la historia confluyen en el presente.
Después de saludar a Juan y a Antonio, los técnicos de este espacio cultural, fuimos hacia la sala; mientras desde la calle se elevaba ya, la algarabía, el bullicio que forman 50 niños entrando y subiendo por las escaleras, en compañía de sus maestras, Pilar y Carmen.
Así, después de los primeros saludos dimos lugar a la poesía, a la narrativa, a las preguntas y respuestas que fueron surgiendo. Tras comentarles que estaba allí gracias al Centro Andaluz de las Letras que promueve estas reuniones, aproveché para indicarles que esta entidad había convocado un concurso literario para niños y jóvenes, sin duda, una excelente oportunidad para participar. Al preguntarles si entre los presentes había alguna futura escritora o escritor mi sorpresa fue enorme, porque creo que el 90% de las manos se levantaron al mismo tiempo, algo que no me había pasado nunca en este tipo de reuniones, y las maestras corroboraron que era cierto, que les gusta mucho escribir.
Pues, algo me quedaba claro ya de entrada, con semejante público, me tendría que esforzar, tenía una hora por delante para conseguirlo. Así que con la intención de sumar mi granito de arena al apoyo a la lectura comencé hablando de libros para niños que me gustan, es más los llevé conmigo: Canción de Navidad de Charles Dickens, les expliqué de que iba y también les comenté que lo leo todos los años antes de las fiestas navideñas. El siguiente libro fue El Mago de Oz de L. Frank Baum, esta historia la conocían por la película. Bien, a mí es una novela que me resulta especial. Una niña que sabe lo que quiere (volver a Kansas) con tres personajes que buscan algo que poseen, pero que ignoran que lo tienen; en el caso del espantapájaros, un cerebro; en el del leñador de hojalata, un corazón, y en el del león, valor. También comentamos algo sobre Mary Poppins de R. L. Travers; de Harry Potter de Rowling; de los cuentos de Andersen, aquí los sorprendí, habrán pensado ellos, «¡Qué nombre tan raro!¿Quién será ese señor?» , pero cuando les recordé los títulos de algunos de los cuentos, sí que los conocían: El patito feo, por ejemplo. Y también sabían de la estatua que hay de este autor en el paseo marítimo de Málaga. Y claro, no podía faltar una de mis obras favoritas, llevé Platero y yo, porque nunca olvido el día que una maestra de primaria nos leyó la primera página. De verdad, no recuerdo si leyó más, creo que no, pero a mí que tendría unos pocos años, con aquella página me bastó, hasta que lo leí completo en la adolescencia y aquel ambiente moguereño resplandeció con luz propia. Aproveché a comentarles que Platero es como el resumen de los varios burros que poseyó o conoció Juan Ramón, y les hablé, porque en el pasado visité la casa del poeta, de la cuadra que hay en el patio, lugar en donde alguna vez estuvo alguno de aquellos borriquillos que se convirtió en Platero. «Platero es pequeño, peludo suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro». Así comienza. Ya que estaba con Juan Ramón, y hablando de poesías, retahílas, adivinanzas, les comenté de la enorme sonoridad de algunos poemas que no fueron especialmente escritos para niños, pero que valen para ellos. Este es el poema que les leí y que escucharon atentamente:

Canción de invierno

Juan Ramón Jiménez

Cantan. Cantan.
¿Dónde cantan los pájaros que
Cantan?
Ha llovido. Aún las ramas
Están sin hojas nuevas. Cantan.
Cantan
los pájaros. ¿En dónde cantan
los pájaros que cantan?
No tengo pájaros en jaulas.
No hay niños que los vendan. Cantan.
El valle está muy lejos. Nada…
Yo no sé dónde cantan
Los pájaros ―cantan, cantan―
los pájaros cantan.

De verdad que el poema iba como anillo al dedo. Yo misma había salido de Málaga con la carretera limpia por la lluvia.
Creo que uno o dos de los niños me dijeron que habían leído Platero. Ya lo leerán, tiempo al tiempo, aún son pequeños.
Después sí, les hable de mis obras, de Alas de mariposa que quizá, es la más adecuada para su edad. Les conté un poco, les leí para que supieran cómo suena, qué ritmo tiene, que emociones produce, y para tentarlos, para que sin conocer el final, fuesen otro día a la biblioteca de su colegio a leer el ejemplar que iba a dejarles.
Ellos me hicieron preguntas y yo también. Supongo que piensan que una habla de otro mundo cuando les dice que en nuestra niñez no teníamos televisión o que apenas había objetos de plástico. Ahí, los sentí pensativos, como haciendo cuentas de cómo sería aquel mundo, entonces me preguntaron a qué jugaba, y yo les dije que a la rayuela, al corre-corre que te pillo, al escondite, a policías y ladrones, a la comba, o salíamos con patines y bicis… Y sonrieron, como sólo pueden sonreír los niños que juegan. Eso sí, se me olvidó decirles también que jugábamos a las «payanas», en Argentina este es un juego con cinco piedritas que se van lanzando al aire mientras se recogen las que quedan en el suelo, pero esto, seguro que lo contaré otro día, en otro encuentro. Sin embargo, me pillaron en una cosa, sí. Aprovechando el comentario de que de niños veíamos poca televisión, yo les dije que lean mucho, y haciéndome la marisabidilla les pregunté: ¿si conocían algún personaje de los libros que leían que viese la televisión? Y ahí me dieron la sorpresa. De repente veo varios niños que levantan el brazo para contestar y otros que mueven la cabeza afirmativamente mientras sonríen, como diciendo, esa respuesta me la sé, así que les pregunté cuáles personajes, y uno de los niños me contestó: «Bob Esponja». Y sí, tonta yo, porque ellos leen, y tonta yo de no darme cuenta que para ellos Bob Esponja es tan válido como Platero. Esto es lo malo de hacerse adulto.
El Pósito.Centro cultural.
Y entonces llegó el final, sí como en todas las historias. Y la foto, juntos, en grupo, que casi se nos olvida. Y los saludos de despedida, y ese revoloteo de pajarillos que alzan el vuelo hacia la calle, y esos cinco o seis niños que aprovechan el último instante de la despedida para contarme qué escriben, y sí, hasta novelas, y cuentos, me dicen. Y hasta me hablan de sus personajes, y yo, que encantada me quedaría una hora más para poder oír esas historias, y ellos que se tienen que sumar al grupo de compañeros cuyas voces se alejan. Pero nos queda lo que vivimos, pienso, cuando la sala está vacía, y todavía escucho sus voces en la calle, y comienzo a recoger los libros para volver a casa.
Así fue el encuentro en Loja. De regreso a Málaga, no llovió, pero a la noche cayó una buena tormenta. Hoy, entre el aroma de los jazmines que todavía creen que están en verano, vuelven los colores a esta bella tierra.


2 comentarios:

  1. Pilar: ¡qué buenísimo encuentro con los niños!
    Ellos siempre nos sorprenden.
    Tuve el privilegio de narrarles cuentos durante 26 años. Me encantaba hacerlo. Ver sus rostros de asombro, de alegría, también de pena.
    Fui muy feliz con ellos.
    Me alegra este hermoso intercambio de ellos contigo.
    Muy bonito
    Cariños desde Chile

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    1. Muchas gracias por tus palabras, Mónica.
      Un fuerte abrazo.

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